Podríamos decir que en lo más íntimo nuestro se encuentra la llama de la Vida, y que lo sentimos como algo que emana de nuestro corazón. A pesar de que sabemos que este es uno de los órganos más nobles , es en definitiva un músculo que se dilata y contrae, nada más. Pero desde allí parece que se nos enciende ese "algo" que es muy difícil explicar con palabras, es un "Sentir único" que nos armoniza, o lo que es lo mismo nos lleva a nuestro "Centro".
En lo cotidiano, en el diario vivir se nos hace muy difícil tomar contacto con ese "Centro" y es justamente allí donde se encuentra nuestro más sagrado tesoro al que nosotros simbolizamos con un Diamante, y lo que hacemos es ayudar a redescubrirlo.
En otras palabras es reencontrarnos con lo más importante y sublime que está en nosotros y que está oculto detrás de las circunstancias, de las culpas, del miedo, del pasado y de todo lo nuestra limitada mente elabora. Por eso si "cavamos" profundamente más allá de todo esto y simplemente nos permitimos "SENTIR", nos encontraremos con el Diamante, lo que da verdadero sentido a la VIDA, lo que nos guía, nos equlibra, y nos va llevando sutilmente a la Paz interior.
Si este contacto lo hacemos consciente, nuestra existencia comenzará a ser un camino a seguir, en armonía, con autoridad propia, con claros objetivos, aprendiendo de las dificultades.... en definitiva "re-aprendiendo" a VIVIR.
Nada más y nada menos que para eso nos sirve: "Buscando el Diamante"
Carlos Grassi-Coordinador
miércoles, 23 de septiembre de 2009
martes, 15 de septiembre de 2009
Doce años después (Anónimo hindú)
Era un joven que había decidido seguir la vía de la evolución interior. Acudió a un maestro y le preguntó:
-Maestro, ¿qué instrucción debo seguir para hallar la verdad, para alcanzar la más alta sabiduría?
El maestro le dijo:
-He aquí, jovencito, todo lo que yo puedo decirte: todo es el Ser, la Conciencia Pura. De la misma manera que el agua se convierte en hielo, el Ser adopta todas las formas del universo. No hay nada excepto el Ser. Tú eres el Ser. Reconoce que eres el Ser y habrás alcanzado la verdad, la más alta sabiduría.
El aspirante no se sintió satisfecho. Dijo:
-¿Eso es todo? ¿No puedes decirme algo más?
-Tal es toda mi enseñanza -aseveró el maestro-. No puedo brindarte otra instrucción.
El joven se sentía muy decepcionado, pues esperaba que el maestro le hubiese facilitado una instrucción secreta y algunas técnicas muy especiales, incluso un misterioso mantra.
Pero como realmente era un buscador genuino, aunque todavía muy ignorante, se dirigió a otro maestro y le pidió instrucción mística. Este segundo maestro dijo:
-No dudaré en proporcionártela, pero antes debes servirme durante doce años. Tendrás que trabajar muy duramente en mi ashram. Por cierto, hay un trabajo ahora disponible. Se trata de recoger estiércol de búfalo.
Durante doce años, el joven trabajó en tan ingrata tarea. Por fin llegó el día en que se había cumplido el tiempo establecido por el maestro. Habían pasado doce años; doce años recogiendo estiércol de búfalo. Se dirigió al maestro y le dijo:
-Maestro, ya no soy tan joven como era. El tiempo ha transcurrido. Han pasado una docena de años. Por favor, entrégame ahora la instrucción.
El maestro sonrió. Parsimoniosa y amorosamente, colocó una de sus manos sobre el hombro del paciente discípulo, que despedía un rancio olor a estiércol. Declaró:
-Toma buena nota. Mi enseñanza es que todo es el Ser. Es el Ser el que se manifiesta en todas las formas del universo. Tú eres el Ser.
Espiritualmente maduro, al punto el discípulo comprendió la enseñanza y obtuvo iluminación. Pero cuando pasaron unos momentos y reaccionó, dijo:
-Me desconcierta, maestro, que tú me hayas dado la misma enseñanza que otro maestro que conocí hace doce años. ¿Por qué habrá sido?
-Simplemente, porque la verdad no cambia en doce años, tu actitud ante ella, sí.
-Maestro, ¿qué instrucción debo seguir para hallar la verdad, para alcanzar la más alta sabiduría?
El maestro le dijo:
-He aquí, jovencito, todo lo que yo puedo decirte: todo es el Ser, la Conciencia Pura. De la misma manera que el agua se convierte en hielo, el Ser adopta todas las formas del universo. No hay nada excepto el Ser. Tú eres el Ser. Reconoce que eres el Ser y habrás alcanzado la verdad, la más alta sabiduría.
El aspirante no se sintió satisfecho. Dijo:
-¿Eso es todo? ¿No puedes decirme algo más?
-Tal es toda mi enseñanza -aseveró el maestro-. No puedo brindarte otra instrucción.
El joven se sentía muy decepcionado, pues esperaba que el maestro le hubiese facilitado una instrucción secreta y algunas técnicas muy especiales, incluso un misterioso mantra.
Pero como realmente era un buscador genuino, aunque todavía muy ignorante, se dirigió a otro maestro y le pidió instrucción mística. Este segundo maestro dijo:
-No dudaré en proporcionártela, pero antes debes servirme durante doce años. Tendrás que trabajar muy duramente en mi ashram. Por cierto, hay un trabajo ahora disponible. Se trata de recoger estiércol de búfalo.
Durante doce años, el joven trabajó en tan ingrata tarea. Por fin llegó el día en que se había cumplido el tiempo establecido por el maestro. Habían pasado doce años; doce años recogiendo estiércol de búfalo. Se dirigió al maestro y le dijo:
-Maestro, ya no soy tan joven como era. El tiempo ha transcurrido. Han pasado una docena de años. Por favor, entrégame ahora la instrucción.
El maestro sonrió. Parsimoniosa y amorosamente, colocó una de sus manos sobre el hombro del paciente discípulo, que despedía un rancio olor a estiércol. Declaró:
-Toma buena nota. Mi enseñanza es que todo es el Ser. Es el Ser el que se manifiesta en todas las formas del universo. Tú eres el Ser.
Espiritualmente maduro, al punto el discípulo comprendió la enseñanza y obtuvo iluminación. Pero cuando pasaron unos momentos y reaccionó, dijo:
-Me desconcierta, maestro, que tú me hayas dado la misma enseñanza que otro maestro que conocí hace doce años. ¿Por qué habrá sido?
-Simplemente, porque la verdad no cambia en doce años, tu actitud ante ella, sí.
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