«Si son “tocados” por alguna de ellas, enseguida se van a otro país, a otra ciudad. Apenas entrevista una, intentan –ciertamente de manera superficial- otro modo de vida. Quieren ser hombres corrientes, luego buscan un convento y luego un monasterio.»
Para su crisis interior esperan una solución de las formas externas. Echan por la borda las formas tradicionales recibidas y buscan nuevas.
Esta experiencia señalada por Tauler se registra hoy en algunos hombres que quieren constantemente probar nuevos métodos de meditación. Mariposean entusiásticamente hacia ésta o aquella forma meditativa. Cuando el primer entusiasmo ha pasado, cambian por la siguiente que es el non plus ultra. Y como no perseveran en ninguna, no encuentran su propio fondo. No sitúan verdaderamente su propio desasosiego, no lo aceptan, no oyen la voz de Dios que quiere precisamente conducirlos a su interior a través de la apretura. Y así en lugar de cambiar interiormente corren tras los cambios exteriores:
«Esta apretura interior ha hecho a algunos correr hacia Aquisgrán, hacia Roma o hacia los pobres o las ermitas. Y cuando más lejos van, menos encuentran. Y algunos recaen en las imaginaciones de su mente y juegan con ellas, debido a que no quieren pasar afrontando esta prueba y caen reventados en el suelo. »
La reacción de huida es comprensible. Pero son muy pocos los que comprenden la función positiva de la crisis en la mitad de la vida. La mayoría se sienten inseguros y reaccionan a su manera, frecuentemente sin discernimiento. Por eso es importante comprender el carácter escalonado de la vida espiritual. Cada escalón tiene su función. La etapa de la mitad de la vida es un escalón decisivo en el camino hacia Dios y para la propia realización. Es un escalón doloroso que por lo mismo muchos no quieren aceptar y cuando se aproxima reaccionan con el mecanismo de defensa de la huida. La actividad incontenible, típica de muchos hombres a esa edad, es una huida inconsciente, muchas veces, ante la crisis interior. Y dado que la mayor parte quedan abandonados en su crisis no encuentran otra posibilidad que la huida.
Por eso necesitaríamos personas experimentadas que ayudaran a los otros en su crisis y que pudieran acompañar a través de la apretura hacia una madurez humana y espiritual.
Imagen tomada de http://cepymearagon.blogspot.com