Cada edad tiene su forma de expresión religiosa específica. No se puede descuidadamente mantenerse en una práctica que era buena en la juventud. Y si a alguno, durante la crisis de la mitad de la vida, la práctica vigente hasta entonces se le convierte en algo insípido e infecundo, no es porque hasta ese momento haya seguido falsas formas sino porque Dios le quiere indicar que ahora tiene que buscar otras formas que correspondan a su actual grado de desarrollo en la vida espiritual.
Puede que haya llegado el momento de un grado de oración más alto. En lugar de tener largos monólogos durante la oración que me cansan, yo tendría que aprender a permanecer ante Dios en silencio. En lugar de devorar más y más libros piadosos, tendría quizá que simplificar mi oración y tendría, para ello, que rechazar el querer vivir constantemente nuevas experiencias espirituales y sentimientos religiosos. En lugar de todo esto estar simplemente ante Dios, vivir en la presencia de Dos sin hablar mucho.
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