martes, 23 de junio de 2009

La Tortuga y La Argolla (Cuento Anónimo Hindú)


Era un sabio tan anciano que nadie de la localidad sabía su edad. Él mismo la había olvidado, entre otras razones porque había trascendido todo apego y ambición humana. Estaba un día sentado bajo un enorme árbol banyano, la mirada perdida en el horizonte, la mente quieta como un cielo sin nubes. De repente, vio cómo un hombre joven echaba una cuerda sobre la rama de un árbol y ataba uno de sus extremos a su cuello. El sabio se dio cuenta de las intenciones del joven, corrió hacia él y le pidió que desistiese de su propósito aunque sólo fuera un par de minutos para escucharlo. El joven accedió, y ambos se sentaron junto al árbol. El anciano se expresó así:
-Voy a hacerte un ruego, querido amigo. Imagina una sola tortuga en el inmenso océano y que sólo saca la cabeza a la superficie una vez cada millón de años. Imagina un aro flotando sobre las aguas del inmenso océano. Pues más difícil aún que el que la tortuga introduzca la cabeza en el aro del agua, es haber obtenido la forma humana. Ahora, amigo, procede como creas conveniente.
Todavía cuenta la gente del lugar que aquel joven llegó a anciano y se hizo sabio.



FIN



1 comentario:

  1. Como Diamantinos hemos visto que generalmente funcionamos desde la carencia y tenemos que concentrarnos para “darnos cuenta” del vaso medio lleno.
    Sabemos también que la existencia es un “pasaje en el tiempo” y que tenemos la posibilidad, como ocurre en el cuento, de elegir. Podemos quedarnos “parados” en un hecho, una vivencia, algo que nos impactó y así constantemente vivir atrapado en ese instante, o avanzar desde una esperanza renovadora, hacia la aceptación y la armonía.
    Seguramente de esta manera es muy probable que, al igual que el joven personaje, alcancemos la sabiduría.

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