lunes, 6 de junio de 2011

La Mitad de la vida (28)


Serenidad Junto con el conocimiento de sí mismo, Tauler habla de otra ayuda para superar la crisis de la mitad de la vida: la serenidad. No piensa en una serenidad y paz estoicas que no se dejaran conmover por nada sino que se refiere a la capacidad de entregarse a sí mismo. Serenidad es, para Tauler, lo que las Sagradas Escrituras llaman abnegación, esto es, la tarea de entregar la propia voluntad a la voluntad de Dios. Tiene un aspecto dinámico y significa un avance hacia Dios. El hombre tiene que abandonar muchas cosas para que le vaya bien. Tiene que dejar el mal, la obstinación, la arbitrariedad. Pero también tiene que renunciar a lo bueno en tanto en cuanto impida el progreso. Pues lo bueno puede ser enemigo de lo mejor e impedir el avance del hombre en su camino hacia Dios. Tauler expresa esto con la imagen de la novia que deja sus antiguos vestidos y se lava, «para entregarse al novio con vestidos nuevos y más adornada». Por vestidos antiguos entiende Tauler no solamente los manchados por el pecado sino también «los buenos vestidos que la novia se quita porque son viejos». Piensa Tauler en prácticas buenas y virtudes inferiores que ahora deben ser superadas por una práctica mejor y por una virtud más alta.

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