El autoconocimiento, al que también podemos llamar “autoconciencia”, es una forma de percepción, que puede ser intelectual, emocional, vivencial, e intuitiva.
La percepción intelectual y emocional son las mas pobres, tienen poco vuelo y nos permite conocer algo, pero no vivirlo (aunque en ese estado de conciencia creemos que eso es vivir), nos separa de los demás, haciendo que fragmentemos nuestra conciencia y nos identifiquemos más con nuestro ego.
Ambas maneras de conocer son automáticas, de acción y reacción y realmente no sirven para experimentar la conexión, aunque ambas tienen la sensación de tenerla.
No conectan con la vida sino que estimulan una satisfacción propia infantil. Ambos pueden ser muy hipnóticos, pero normalmente lo intelectual, que me lleva al análisis y a la acumulación de información, comparación y juicio, deja una sensación de aridez, de insatisfacción, y una actitud de buscar por buscar, una curiosidad infecunda. A veces pasan muchos años hasta que puedo salir de esta trampa.
Lo emocional, que me lleva a buscar la satisfacción del “te quiero”, de la vanidad, de creer que estoy unido al otro porque siento simpatía o porque simpatizan conmigo, y que sintetiza la experiencia en placer-dolor, de víctima y salvador, puede tenerme muchas décadas y aun la vida entera atrapado en emociones disparada por lo externo que llenan mi conciencia, pero que no me llevan a un descubrimiento interior.
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