La condición para el nacimiento de Dios en el
hombre es la vuelta a lo interior. El alma debe:
«establecer paz y silencio en su interior y
recogerse en sí, esconderse y cobijarse en el espíritu ante los sentidos y huir
de lo sensible y disponer dentro de sí un lugar de silencio y de descanso
interior.»
En este silencio interior puede ser oída y
aceptada la palabra de Dios y allí se realiza el nacimiento de Dios en el
hombre como le ocurrió a María de la que San Agustín dice:
«María fue colmada de gozo porque Dios, nacido en
ella espiritualmente, se hizo carnalmente de ella.»
Con la idea típica de la mística alemana del
nacimiento de Dios, piensa Tauler que el hombre se abre a Dios y es capaz de
encontrarlo, ser transformado por Dios interiormente y vivir por completo del
espíritu de Dios. Dios no es solamente una instancia exterior que vela por la
observancia de los mandamientos. No es tampoco un ideal al que se tiende sino
que es alguien nacido interiormente al que se le experimenta y se vive ahora con
la experiencia de Dios presente.
La vida de Dios no incide solamente en la
voluntad que la percibe para cumplir los mandamientos sino que despierta al
corazón haciéndolo lleno de Dios para alcanzar la paz y la serenidad por su
proximidad. Un corazón maduro y sabio, bondadoso y lleno de amor.
Así pues, la crisis de la mitad de la vida
tiene un objetivo. Es la ocasión para perforar el genuino ser del hombre y dar
un paso decisivo en su camino hacia Dios. Si comprendemos bien la relación de
la apretura y del nacimiento de Dios, como Tauler nos la ha mostrado, podremos
reaccionar de manera diferente ante los primeros síntomas de la crisis. No
perdamos la cabeza creyendo que tenemos que probar todos los posibles métodos
psicológicos para obtener la salud óptima.
Consideremos más bien como una tarea
espiritual admitir la crisis y oír en ella lo que Dios quiere decirnos. Ante la
crisis no tenemos que protegernos con los mecanismos de defensa que tengamos a
mano. No necesitamos tampoco huir porque podemos ser consolados dejando a Dios
obrar en nosotros. Podemos aceptar que Dios revuelva nuestra casa y descomponga
en nuestro interior el pretendido orden que teníamos. En lugar de lamentarnos
de nuestra crisis, deberíamos dar gracias a Dios porque actúa en nosotros,
porque rompe nuestra dureza con su espíritu, que quiere transformar
constantemente nuestro corazón.
Tomado de "La Mitad De La Vida Como Tarea Espiritual" de Anselm Grün
Imagen tomada de http://www.osabetudo.com
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